En 2013 me uní al equipo de DescubreApple. Durante casi 3 años, seguí muy de cerca todos los rumores, noticias y curiosidades relacionadas con Apple y su ecosistema, y aprendí largo y tendido sobre la figura de Steve Jobs, y de como él –y otros empresarios– enfocaban su vida y sus negocios.
Una de las curiosidades que más llamó mi atención fue descubrir que tanto Jobs como Zuckerberg contaban con su propio uniforme voluntario.
Y esto me fascinó.
Es decir, genios con mucha pasta y alto poder adquisitivo habían decidido centrarse en un sólo tipo de camisetas y un solo tipo de pantalones.
Y tú –desde el trono de tu vida mediocre– murmurando cuando ves a alguien que viste dos días con la misma ropa.
Seguimos.
Cuando el uniforme de estos CEOs se hizo viral en internet, muchos bloggers desempolvaron una pauta de agotamiento conocida como fatiga de decisión.
La fatiga de decisión aparece cuando una persona se encuentra agotada tras un periodo continuo de toma de decisiones, una consecuencia natural en cargos de dirección cuyo principal cometido es tomar las decisiones más adecuadas para sus negocios.
De modo que Jobs, Zuckerberg y otros directivos habían decidido reducir a mínimos el número de decisiones a tomar, para invertir energías sólo en aquellas decisiones verdaderamente relevantes.
Si bien éste puede parecer un razonamiento coherente –de hecho, reducir el número de decisiones disminuye la carga cognitiva y mejora el descanso–, creo que existe una razón más profunda, y no tan obvia, que revela por qué algunas personas tienen más éxito –y consiguen que sus vidas sean más productivas– que otras.
Un patrón que a menudo se repite en empresarios relevantes, y que nadie menciona.
Los buenos directivos toman pocas decisiones, y éstas son profundamente meditadas. Una vez la decisión ha sido tomada, no vuelven a pensar en ella y saltan a la siguiente.
La ropa solo es un buen ejemplo que respeta un patrón mayor, y que aplica a muchas otras áreas de la vida. Este conjunto de ideas me hace reflexionar sobre cuáles son aquellas tareas en las que invierto mi energía diariamente, y cuál es su coste de oportunidad.
Es por ello que durante los 31 días de este mes estoy anotando la gran mayoría de tareas que realizo en mi día a día, con el objetivo de poder analizarlas cuando el mes finalice, y tomar acción en consecuencia.
Estoy convencido de que muchas de estas tareas podrán ser automatizadas, algunas simplificadas y otras –incluso– delegadas.